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En este 15 de Septiembre se celebra el día de nuestra independencia. Muchas instituciones y personas individuales hacen toda clase de actividades para celebrarla. Desde poner una bandera en el carro o la casa, hasta correr con una antorcha por la ciudad. Otros también acostumbran ir a ver los desfiles y la iza de la bandera mientras comen atol de elote y una tostada.

Sin embargo, estos últimos años, debido a la situación política de nuestro país, la fecha ha tomado otros aires. Para muchos no hay nada que celebrar, para otros hay mucho que celebrar. Como cristianos ¿cómo encontramos el significado de nuestro civismo y patriotismo a la luz del evangelio?

EL PROBLEMA

Es tan fácil para un país tan religioso como Guatemala creer que la legislación de la moralidad puede resolver nuestros problemas. O que Dios usará la política y a algún tipo de «ungido» para traer su reino a Guatemala. También es fácil para un país tan temperamental, impulsivo y visceral, caer en el jueguito de «fervor patrio» y «lealtad a la patria». Muchos creen que todo es blanco y negro y una cuestión de ideologías que debemos defender. Al final de cuentas, «las personas mueren, pero sus ideas nunca», eso nos debería de llevar «hasta la victoria siempre».

Cada día vemos más división. Hay más intentos descarados de parte de toda clase de ideologías y posturas políticas de seguir sembrando cizaña. Incitan de una manera pasivo-agresiva a la población a enfrentarse, insultarse y al final, dividirse. En nombre de la patria, el civismo y el fervor patrio, muchos siguen siendo manipulados tan fácilmente. Esto no es algo nuevo, hace 500 años hicieron lo mismo con espejos «mágicos».

Hoy en día aún muchos cristianos creen que es justificable insultar, menospreciar, burlarse y mofarse de todo aquel que no quepa dentro de su ideología. Pero, ¿qué es el civismo y el patriotismo centrado en el Evangelio? ¿Pueden existir civismo dividido o en medio del odio y rencor? ¿Puede existir patriotismo cuando no entendemos de dónde nacen las guerras y conflictos entre nosotros? St. 4.1

LA SOLUCIÓN

La solución a la división, al odio, a la indiferencia, a corazones heridos y rencorosos, es el evangelio. La vida, muerte y resurrección de Jesús, siempre será la solución al problema principal del hombre: el pecado.

Tres veces durante los últimos días en la tierra, Jesús les dio a los discípulos un «mandamiento nuevo».

«Ámense los unos a los otros como yo los he amado» Jn. 13.34, Jn. 15.12, Jn. 15.17

También les había dicho cosas como:

«En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros» Jn. 13.35

Toda la vida de Jesús fue marcada por la gracia de Dios expresada en él mismo al mundo. Gracia, eso que vivimos cantando los domingos y creemos que es «un regalo inmerecido». Un mensaje de amor inmerecido a aquellos que un día le recibían diciendo «Hosanna al que viene en el nombre del Señor» y días después gritaban «¡Crucifíquenlo».

Un amor que al ser perfectamente inocente, al verse escupido, humillado, despedazado y agonizando, rogó al Padre: «Perdónalos, no saben lo que hacen». Un amor que derramó hasta la última gota de sangre, por gracia, inmerecidamente por quienes hemos puesto nuestra fe en ello.

En Mateo vemos también como Jesús enseñó cual es el segundo más grande mandamiento después de amar a Dios por sobre todas las cosas. Algo que debería nacer en consecuencia de obedecer ese primer gran mandamiento:

«Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Mt. 22.39

NUESTRO CIVISMO

El civismo de un cristiano. El patriotismo de quienes nos llamamos seguidores de Jesús no puede ser otra cosa más que amar lo suficiente a nuestro país como para demostrarles quién es Jesús. El problema con nuestro fervor patrio y civismo hoy en día es que está manifestándose a través de todas las cosas contrarias a lo que el Evangelio nos manda a hacer.

Meditemos un momento. ¿Qué pasaría si personas corruptas, ladronas, acusadas públicamente de hacer pedazos nuestra constitución asistieran este domingo a su congregación?. ¿Tiramos las sillas y empezamos a gritarles en la cara toda clase de insultos para que se larguen porque esa es «casa de Dios» y congregación de santos?

¿QUÉ HARÍAMOS?

¿Qué mensaje es el que quisiéramos que escucharan? Personalmente oro y clamo, para que todo el que se llame cristiano anhele que estas personas escuchen que hay un Dios que pedirá cuentas, que hay un Dios que su ira está encendida y acumulandose en contra de los que hacen iniquidad. Y que ese mismo Dios, pagó un precio para perdonarlos y darles una oportunidad para que se arrepientan y entiendan que deben de pagar la pena que la justicia imparcial imponga.

Nuestro civismo puede manifestarse a través de protestas. Es de esa manera como el pueblo muchas veces es escuchado y tomado en cuenta. Pero una cosa es manifestar y otra es usar esto de excusa para mostrar un «fervor patrio» falso y lejos de lo que Jesús nos enseñó. No hay lugar en la tierra en donde dejemos de ser embajadores de Cristo. ¿Lo representamos en las manifestaciones? ¿O será eso de Jesús es sólo para el domingo?

Pecamos de ignorancia cuando creemos que nuestro presidente es una especie de «ungido de Dios» y por eso debemos defenderlo. Pero también pecamos de ignorancia cuando el, quien ha afirmado ser un cristiano y por ende, nuestro hermano, se vuelve el enfoque de burlas, insultos y odio. Si realmente es un hermano en la fe ¿que demandará Cristo de ti?. Si no es un hermano en la fe ¿que demandará Cristo de ti?

ES IMPOSIBLE

Hace años tuve el privilegio de compartir el evangelio con alguien militaba en un extremo de las varias ideologías políticas. Esta persona me respondió: «Es fácil para ti, porque ellos (hablando de un grupo de ideología política) no mataron a tu familia». Para mi, me dijo, «El civismo no es más que una oportunidad de mostrar mi descontento y sed de justicia contra esos malditos que están en el poder».

Después de unos segundos de silencio, le respondí que no podía ni imaginar el pasar por una situación similar. También le dije que a pesar de no poder entender completamente, Dios sí podía entenderlo, ya que Él mismo sacrificó a su hijo voluntariamente para redención de sus enemigos (nosotros). Dios mismo trajo justicia perfecta en la cruz y un día veremos el resultado de esa justicia perfecta lograda en la cruz. No en este mundo caído, sino en un mundo completamente redimido.

Si no vivimos nuestra vida bajo la cosmovisión del Evangelio, absolutamente nada que hagamos podrá saciar nuestra sed de venganza. Nada podrá traer satisfacción completa. Sin el evangelio en el centro de nuestra vida, seguiremos queriendo reclamar la sangre de otros, olvidando que ya hubo un derramamiento de sangre inocente, perfecta, la cual es suficiente para traer reconciliación. ¡Sin el evangelio la reconciliación es imposible!

RECORDEMOS

Recordemos el más profundo y grande sermón de Jesús:

43 “Ustedes han oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.’ 44 Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, 45 para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. 46 Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? 47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen más que otros? ¿No hacen también lo mismo los Gentiles (los paganos)?48 Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto. Mt. 5.43-48

Les invito a que lean detenidamente la biblia. Vean cual es el contexto de cada texto en donde aparece la frase «los unos a los otros». Generalmente, después de explicar qué es el evangelio, siempre hay implicaciones para los lectores. Muchas de estas implicaciones de entender el evangelio se expresan así:

  • «Caminen en amor»
  • «Caminen en unidad»
  • «Sopórtense, ámense»

En 1a Corintios vemos cómo Pablo escribe de que el hecho de que haya bandos (división), es una prueba para que se manifieste quienes realmente son aprobados. 1 Cor. 11.17-19. ¿Podría usted, cristiano, aplicar esto que tanto le gusta escuchar, cantar? ¿Podríamos ser congruentes a todo eso que gritamos «amén» cada domingo, a su prójimo? ¿O sólo es un religioso de domingo?

CONCLUSIÓN

Nuestro civismo puede tomar cualquier forma que nosotros consideremos para demostrarlo. Lo importante, es recordar que sea cual sea esa muestra, nos une más la sangre de Cristo a otros hermanos en todo el mundo y en nuestro país, que nuestra opinión política. Que la sangre de Cristo fue derramada por gracia, inmerecidamente a nosotros, para que nosotros reflejemos ese mismo amor y gracia a quienes necesitan conocer a Cristo.

«Dios es nuestro Rey, nuestra lealtad más alta la debemos a su Reino»

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