Cuando alguien me pregunta “¿Cuáles son los requisitos bíblicos para un líder de alabanza?”, es realmente difícil ofrecer una respuesta. La razón es que en la Biblia no aparecen los requisitos para un ministro de alabanza. Tampoco los hay para un coordinador de producción o un maestro de niños. En el texto bíblico no encontraremos requisitos específicos para estas posiciones porque, cuando se trata del servicio a la iglesia, en la Biblia solo encontramos un oficio: el diaconado.
Según las Escrituras, los diáconos son los que tienen una “posición” claramente definida para servir y ministrar a la iglesia. Por esta razón es que, en nuestra congregación, hemos definido que toda persona que sirve en el servicio dominical y a la iglesia local de manera pública (ya sean maestros, líderes de alabanza, facilitadores de comunidades misionales, etc.) deben cumplir con los requisitos de los diáconos que se establecieron para la iglesia en el Nuevo Testamento. Creo entonces que ese es un buen lugar para empezar a hablar sobre los requisitos bíblicos para los líderes de alabanza.
DEBEN SER DIÁCONOS
Bíblicamente, ser diácono no significa lo que vemos en demasiadas iglesias: ser el que abre, cierra, limpia y ordena el lugar de reunión, o el que reparte los panfletos y da la bienvenida. Este es un mal entendimiento del oficio del diácono. El oficio del diácono es servir y ministrar a la iglesia en asuntos de logística, organización, necesidades, consejería y discipulado.
Cualquier miembro de un ministerio de alabanza, incluyendo al líder, debe ser un diácono: alguien que ha sido evaluado y está calificado bíblicamente para servir a la iglesia, no solo el domingo, sino de lunes a lunes.
Los requisitos para los diáconos se encuentran en 1 Timoteo 3:8-14. En este pasaje vemos una lista clara de requerimientos que son muy similares a los que Pablo presenta en el mismo capítulo para los ancianos. En ambos oficios vemos que se da mucha importancia a la madurez y el carácter cristiano de la persona.
Esto es crucial. A pesar de que los ministros de alabanza no sean necesariamente ancianos de la iglesia local, todos ellos ejercen una labor pastoral de enseñanza. Esta labor no se realiza con la autoridad y dirección con la que enseñan los ancianos, sino simplemente ejerciendo los dones dados por Dios para la edificación de la iglesia (ver 1 Corintios 12 y Romanos 12).
La música es un don de Dios a través del cual enseñamos. En el contexto de la iglesia local, domingo a domingo debemos ser enseñados a través de los cantos sobre quién es Dios y qué ha hecho Dios. Esto es lo que ministra y transforma los corazones de la congregación.
¿Cómo podemos enseñar algo que no conocemos? Desafortunadamente esta es la historia de muchos ministros de alabanza, quienes ven el privilegio de servir a la iglesia como un pasatiempo, una oportunidad de ensayar domingo a domingo sin que nadie los critique o aun peor (pero tristemente muy común), una oportunidad para hacerse un nombre y hacer crecer su plataforma. Lo último que está en la mente de este tipo de músicos es servir a la iglesia con la Palabra.
No podemos permitir que aquellos que pasan tanto tiempo frente a la congregación ignoren el guiar, enseñar y pastorear a la iglesia con las Escrituras.
El tiempo de adoración congregacional no es para simplemente cantar o tratar de animar a la gente para provocar gritos o llantos. La labor de todo líder de alabanza es ministrar a los santos con lecturas, transiciones, afirmaciones, enseñanzas y canciones que estén llenas de la Palabra de Dios y exalten su precioso evangelio.
Desafortunadamente es común encontrar ministerios de alabanza que piensan que la meta final de su labor es que todo suene bien, tener una excelente producción y escuchar que la gente grite, baile o llore. La buena producción o las expresiones emocionales no son malas en sí mismas, pero si ellas no están informadas y cubiertas por la Palabra de Dios, son solo eso: producción y emociones.
Si nuestra meta como ministerio no es enseñar y pastorear a la iglesia a través de una liturgia (cantos, lecturas, transiciones, meditaciones, enseñanzas) basada en las verdades de la Biblia, no hemos entendido realmente de qué se trata el ministerio de alabanza. Todo ministro de alabanza debe estar listo para enseñar a su iglesia local a través de una liturgia centrada en el evangelio, con —como dijo Lecrae— la Biblia en una mano y el micrófono en la otra.
DEBEN SER MÚSICOS CAPACES
Un ministro de alabanza debe ser un diácono de la iglesia local que también tiene dones y habilidades musicales que sirven y enseñan a la iglesia local. Si alguien es diácono pero no tiene habilidades musicales, no debería estar en el ministerio de alabanza. Suena algo obvio, pero es necesario mencionarlo.
Muchas veces, las personas quieren participar en el ministerio de alabanza por dos razones: porque ven la música como un pasatiempo, o porque es lo único que queda.
Cuando alguien ve la música solo como un pasatiempo, no estará dispuesto a estudiarla, a perfeccionar sus dones o a invertir tiempo en ensayos y demás actividades necesarias para dar lo mejor a Dios y su iglesia. Un líder de alabanza no debe ser alguien que ve la música como algo para el fin de semana, sino como un verdadero llamado de Dios para amar, servir y pastorear a la iglesia local.
¿Puedes imaginar que el pastor de tu iglesia te dijera que ve su llamado pastoral como un pasatiempo y nada más?
Aunque tristemente hay pastores que sí actúan como si el pastorado fuera un pasatiempo, es bastante chocante pensar en escuchar esto de la boca de un verdadero pastor. Lo mismo debe ser para el llamado de un diácono para servir a su iglesia, especialmente aquellos llamados que requieren de práctica y dedicación constante como la música.
Por otro lado, también están quienes ven el ministerio de alabanza como lo más obvio. Son esas personas que no quieren estar en el estacionamiento y que no les gusta supervisar el orden del culto (¡y mucho menos estar con niños!). Así que —con una muy mala eclesiología— piensan que lo único que queda es servir en la música. De nuevo, si alguien es diácono, pero no tiene habilidades musicales, no debería estar en el ministerio de alabanza.
Ahora, que un músico deba ser hábil no significa que debamos caer en lo que yo siempre he llamado el “efecto Torre Fuerte”. Me explico:
En la década de los 90 comenzó una revolución en la música congregacional; además de los himnos tradicionales, se empezaron a escuchar con fuerza e intencionalidad canciones con música contemporánea. Eso fue algo bueno y de bendición para la iglesia, especialmente para los músicos. De este movimiento surgió un grupo de hermanos virtuosos en la música llamado Torre Fuerte. Ellos eran y siguen siendo el referente de la música fusión jazz en el contexto cristiano, músicos demasiado hábiles y con dones increíbles. Poco a poco, ellos llegaron a convertirse en el estándar para permitir que las personas se integraran a los ministerios de alabanza locales.
Si alguien quería formar parte de un ministerio de alabanza, la prueba por defecto era: “Debes aprenderte estas canciones de Torre Fuerte y tocar como ellos”. Si bien esto subió mucho la barra de excelencia musical en algunas iglesias (lo cual era necesario), al mismo tiempo se volvió un impedimento para que los músicos que no eran tan virtuosos o profesionales participaran del servicio a la iglesia.
El objetivo de la música en la iglesia local no es el despliegue de virtuosidad musical, sino el acompañamiento sencillo (no simple) y bien ejecutado para pastorear y servir a la iglesia a través de una liturgia saturada del evangelio. La meta es que los santos puedan cantar juntos, no admirar a quienes están tocando.
DEBEN SER PARTE DE LA VIDA DE LA IGLESIA
Técnicamente, nadie podría ser diácono (y, para fines de este artículo, líder de alabanza) en una iglesia si no es un miembro de la misma. Lo que quiero resaltar aquí es que, por muchos años y tristemente, los ministros de alabanza hemos creído que nuestra labor en la iglesia está relacionada solo con la música. Esto no es lo que enseña la Escritura. Entender la membresía de la iglesia y el diaconado nos lleva a estar involucrados en la vida de la iglesia más allá de tocar nuestro instrumento por dos horas el domingo.
Un líder de alabanza debe ser alguien que toma en serio la labor pastoral, no solo al dirigir a la congregación en la liturgia los domingos, sino también en el día a día. Alguien que conoce bien la Palabra y desea conocerla aún más. Alguien que es discípulo y hace discípulos de Cristo.
¡Cuántas veces hemos rogado a Dios por ver ministros de alabanza dirigiendo grupos pequeños, estudiando en el Instituto Bíblico; ministros que sean excelentes maestros, teólogos y apologistas que viven en misión haciendo discípulos de Cristo en el día a día en donde Dios los ha puesto! Este es el llamado de cualquier cristiano maduro, sean cuales sean los dones y habilidades que Dios les ha dado para la edificación de la iglesia.
Al conocer, servir y pastorear a sus hermanos día a día, el líder de alabanza puede estar consciente de las necesidades de la iglesia y discernir mejor —bajo la autoridad de la Palabra y en comunicación constante con el predicador— qué debe cantar, qué debe leer y cómo puede seguir guiando a la iglesia a Cristo a través del servicio de adoración el domingo.
Roguemos a Dios por ministros de alabanza que crezcan en la Escritura, que sepan ejecutar bien su instrumento, que salgan de entre bastidores y vivan la vida con su iglesia.
Que sean personas accesibles, maduros en la fe y llenos del poder de la Palabra para poder cumplir así con su llamado como diáconos al servir, pastorear y amar a la iglesia local, no solo con los dones que Dios les ha dado en la música, sino con su vida entera.