La semana pasada Dios nos permitió celebrar la bendición del nacimiento de nuestra hija Ana Sofía. Al igual que cuando nació su hermano mayor, Oscar Alejandro, pude usar mi teléfono para poder grabar y tomar fotos de cada momento de estos eventos que han marcado nuestra vida.
Ayer estaba haciendo una copia de las fotografías y videos que tomé y me sorprendió la cantidad de archivos que eran. Y es que, hoy en día con la tecnología de nuestros teléfonos podemos experimentar la bendición de guardar y atesorar momentos especiales en una cantidad de archivos interminables, los cuales nuestros padres y abuelos difícilmente pudieron guardar en un disco duro.
NUESTROS TELÉFONOS
Un paisaje en la playa, una exquisita comida, la familia de vacaciones, mascotas y en muchos casos, las interminables selfies. Estas son algunas de las cosas que más se publican y comparten en nuestras redes sociales. Cada día se incrementan las opciones y características de las cámaras de nuestros teléfonos. En algunos casos, ya no necesitas una cámara profesional como antes para poder tomar fotografías de alta calidad.
La tecnología hoy en día nos provee de un sin numero de bendiciones, las cuales implican una gran responsabilidad. Nuestros teléfonos son una herramienta que fácilmente pueden moldear nuestros impulsos y anhelos. La habilidad de poder capturar cualquier momento en cualquier lugar y compartirla es realmente impresionante, cosa que muchos hemos tomado por sentado. Pero también hemos tomado por sentado el hecho de que esta tecnología nos puede perjudicar.
Hablando con mi mamá, ella mencionaba detalles de mi nacimiento con mi esposa que me llevaron a la admiración. Sin tener esta tecnología, aun atesora momentos especiales en su corazón. ¿Será que la tecnología nos hace incapaces de usar más nuestra memoria? Piensen en la época de colegio que muchos tuvimos y cómo aprendimos a multiplicar. Hoy en día, el teléfono lo puede hacer en segundos, sin necesidad de siquiera pensarlo. Sin duda, la tecnología es una bendición, pero no siempre cuenta toda la historia.
ME ENOJÉ
Mientras hablaba con mi mamá, me recordé que hubo un momento que quise grabar y no pude, porque no tenía mi teléfono. Después me puse a pensar en ese momento y la forma en que constantemente quería buscar mi teléfono para poder «guardar y atesorar» ese momento del nacimiento de mi hija. Al no encontrar mi teléfono rápido, me perdí de poder grabar ese momento y eso me llevó a un punto de estrés y enojo bastante alto. Estaba molesto porque mi teléfono estaba lejos de mi. Pero obviamente no iba a grabar esos momentos de estrés y molestia, yo quería grabar los momentos «lindos y agradables»
Me puse mal por no grabar un momento «especial», me estresé, me enojé. Luego tomé el teléfono y empecé a a tratar de desactivar algunas funciones para que durara más la batería, cuando en ese momento, mi hijo Alex, de tres años, me dijo «Papi, ya deja tu teléfono …porfis». En ese momento me quedé frío de pensar cómo mi hijo podía darse cuenta de lo que el teléfono estaba causando en papá.
¿Será que no hemos meditado en cómo nuestro teléfono puede exponer estos impulsos en nosotros? Yo mismo he sido crítico de personas que no pueden pasar un día sin publicar una selfie en una pose coqueta y a veces sensual. ¿Con qué propósito? Provocar admiración, fascinación… ¿gloria? Sin embargo había caído en mi propia ceguera de mi dependencia al teléfono para «guardar y atesorar cada momento».
EL PROBLEMA
La mayoría nos hemos acostumbrado a que la tecnología moldee nuestros impulsos para poder dar a conocer una persona que no somos nosotros, el teléfono moldea nuestra identidad. Yo no iba por ningún momento a grabar mi momento de enojo y estrés. ¿Cuantos son los que se enojan cuando una fotografía o video no sale con su «pose o ángulo favorito» al punto que le pedimos a la persona que lo borre.
Muchas son las bromas de cómo nuestras fotos o perfiles en redes sociales son tan diferentes a la vida real. Hemos llegado al extremo que nuestros teléfonos se convierten en nuestra forma de vivir porque han moldeado y controlado nuestros impulsos y anhelos más profundos de querer aparentar algo a otros para que ellos lo puedan apreciar (identidad), pero nunca seremos capaces de compartir toda la historia, siempre compartimos sólo lo que queremos que se vea/sepa.
Yo estaba molesto, estresado, cansado, Alex estaba haciendo berrinches, mi esposa recién operada y atendiendo a Sofía y el ambiente estaba tenso, pero al final de todo, quería una fotografía en donde todos saliéramos sonriendo y «alegres» de poder grabar y guardar ese momento para que todos nuestros amigos y familia lo vieran después. Pero lo que no estaban viendo era lo que realmente estaba pasando en mi corazón.
EL EVANGELIO
Cuando meditamos en el evangelio, vemos como nuestra vida cristiana nunca se ha tratado ni se tratará de nosotros. En el momento que creí que había perdido la oportunidad de grabar y atesorar un momento, lo que yo estaba haciendo realmente (como siempre lo hacemos) es ponerme yo en el centro de mi vida.
¿Cuantas veces en nuestro día a día afectado por la tecnología y nuestros impulsos nos hacen olvidar que el punto de nuestra vida es la gloria de Jesús? Cualquier cosa que sea que hagamos Dios debe de ser glorificado. Todo es por y para él. Rom. 11:36, Col. 1.16
Hemos invertido mucha energía en tratar de hacer que la gente nos vea de una forma perfecta a través de la cámara de nuestro teléfono, al punto que nos produce ansiedad, estrés o enojo el no tenerlo cerca para «capturar momentos inolvidables» o simplemente para tomarnos una foto y la gente vea lo «bonitos» que somos. ¿Cuanto tiempo hemos invertido con la misma energía meditando en cómo Dios nos ve a través de Cristo?
Nuestra identidad está en Cristo no en nuestras fotos o videos, tengamos cuidado de proclamar el Evangelio de Cristo con nuestra boca, pero terminar proclamando nuestro propio evangelio con nuestras acciones al usar mal la bendición de la tecnología que podemos acceder hoy en día.
Colosenses 3:1-3 (NTV)
Vida nueva con Cristo
3 Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. 2 Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. 3 Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios.